«Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con alabanza; alabadle, bendecid su nombre” (Salmos 100:4). La oración también es adoración: no solo pedimos, también reconocemos quién es Dios. Este versículo es un llamado a acercarnos con gratitud, no como mendigos temerosos, sino como hijos amados.
Honrar a Dios con nuestras palabras no es cuestión de forma, sino de enfoque. ¿Dónde está nuestro corazón cuando oramos? ¿Nos acercamos a Él reconociendo su grandeza y bondad? Una oración centrada en Dios transforma nuestra perspectiva antes de que cambien las circunstancias.
Este episodio nos recuerda que al orar, estamos entrando a la presencia del Rey. No se trata solo de lo que decimos, sino de la actitud con la que nos acercamos. La gratitud es la llave que abre las puertas.
Preguntas para reflexión:
- ¿Cómo cambia tu oración cuando comienza con gratitud?
- ¿Tu enfoque en la oración está más en lo que necesitas o en quién es Dios?
- ¿De qué maneras puedes honrar a Dios con tus palabras cada día?
