
En este episodio exploramos una de las expresiones más puras de la comunidad cristiana primitiva: “Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma…” (Hechos 4:32). Esta frase no es solo una descripción histórica, sino un modelo espiritual para la iglesia de todos los tiempos.
Analizamos cómo esta unidad trascendía lo superficial. No era uniformidad, sino comunión verdadera, alimentada por el Espíritu Santo, el amor sacrificial y la misión compartida. La iglesia no era un lugar que se visitaba, sino una familia que vivía con propósito, generosidad y un profundo sentido de pertenencia.
¿Es posible experimentar hoy ese mismo espíritu de unidad? En este episodio, reflexionamos sobre los desafíos contemporáneos de la iglesia y cómo volver al ideal apostólico de ser “un solo cuerpo” en medio de un mundo fragmentado. Un llamado urgente a la unidad, no como estrategia, sino como fruto del evangelio.