INTRODUCCION
Buen día amados hermanos, amigos y quienes me escuchen. Bienvenidos a nuestra comunión con Dios. Hoy nuestra meditación la hemos titulado: “El acompañamiento.” Estamos utilizando dos versículos, en el Antiguo Testamento en Salmos 23:4 y en el Nuevo Testamento Lucas 23:43.
En Salmos 23:4 dice: “Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” Y Lucas 23:43 dice: “Entonces Jesús le dijo: De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.”
ORACION
Oremos. Padre celestial en el nombre de Jesús, queremos darte gracias. Gracias padre, por tus bendiciones, santificado sea tu nombre en esta hora, padre. Gracias por la vida, por tu palabra y tu compañía, oh padre, aún en momentos del cierre de nuestras vidas.
Tu Espíritu Santo nos infunde certeza con paz y gozo hacia la otra vida. Gracias padre, porque lo sabemos, lo sentimos por fe señor. Así que en el nombre de Jesús señor, permite que esta palabra sea abundante, de abundancia espiritual a quienes lo estén escuchando para que tengan esa certeza señor de que el acompañamiento tuyo va con nosotros a otra vida.
Santificamos tu nombre en esta hora y te pedimos el perdón de nuestras fallas señor, que los oyentes sepan que tenemos contigo, Señor Jesucristo, vida abundante aquí en la tierra y en la prosperidad de nuestro futuro, con esperanza de vida eterna en el santo nombre de Jesús padre, amén, amén y amén.
MEDITACION
OK. El acompañamiento. Muchas veces oímos hablar del acompañamiento a personas moribundas. En esos momentos difíciles, el acompañamiento consiste en no dejar al enfermo solo. En ayudarle prodigándole cuidados, escuchándolo, animándolo y mostrándole simpatía.
Personas formadas para ello tratan de calmar al paciente que está a punto de partir. Pero esas personas que se ocupan con tanto esmero de acompañar a los moribundos, ¿Saben ellas mismas a dónde van? Y si lo saben, ¿Pueden libremente hablar de Cristo? ¿Acompañar, sí, pero a dónde?
Una palabra de aliento no tiene sentido si el que la pronuncia carece de seguridad sobre el más allá, esto es importante. La palabra de aliento no tiene sentido si el que la pronuncia carece de seguridad sobre el más allá. Sólo Jesucristo puede acompañar perfectamente a alguien a través de la muerte.
Él conoce el camino, pues lo recorrió cuando él mismo pasó por la muerte, cuando fue clavado en la cruz. Pero es necesario haber tenido un encuentro con él en la vida antes de enfrentarse a la muerte. Recuerda que es necesario haber tenido un encuentro con Jesucristo en la vida antes de enfrentarnos a la muerte.
Muchos no lo reconocen, pero en el fondo tienen miedo a ese paso de la vida a la muerte. Jesus desea llevar al moribundo no sólo palabras de consuelo, sino la paz de la conciencia y certitudes a las cuales la fe puede aferrarse.
Amigo y hermano. Para el creyente, la muerte es un pasaje que lo introduce en la presencia de su salvador y lo conduce a la casa de su padre. Y ante la muerte, puede recordar las palabras que Jesús dijo en la cruz al ladrón arrepentido, de cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso en Lucas 23:43, que el señor bendiga tu día hasta luego.