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“Cuando yo era niño, hablaba como niño… pero cuando fui hombre, dejé lo que era de niño.” La madurez espiritual no es una opción, es el resultado natural de una vida rendida a Dios. En este pasaje, Pablo señala que hay un momento donde la niñez espiritual debe quedar atrás.
Este episodio trata sobre crecer en convicción: en la manera de pensar, decidir y vivir. Orar ya no es una repetición aprendida, sino una expresión de convicciones profundas. Ser hombre de Dios significa vivir con propósito, dejando lo superficial para abrazar lo eterno.
“Convicción de hombre” es una invitación a evaluar si nuestras acciones reflejan madurez, y si nuestras oraciones revelan convicciones firmes o solo emociones pasajeras.
Preguntas para reflexión:
- ¿Qué áreas de tu vida espiritual necesitan madurez?
- ¿Tus decisiones reflejan convicciones o impulsos?
- ¿Cómo puedes crecer en tu fe de manera intencional hoy?