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El apóstol Pablo declara: “prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” No se trata de perfección alcanzada, sino de una determinación firme de avanzar cada día, con la mirada fija en lo eterno.
Este episodio nos recuerda que la oración no es solo comunión, también es combustible para la perseverancia. Cuando todo parece detenernos, es en la intimidad con Dios donde hallamos fuerzas para seguir.
“Prosigo a la meta” es un llamado a no distraernos con lo que queda atrás, sino a correr con propósito hacia lo que realmente importa.
Preguntas para reflexión:
- ¿Cuál es la “meta” que guía tu vida espiritual?
- ¿Qué cosas necesitas dejar atrás para avanzar?
- ¿Estás orando con visión y determinación, o con conformismo?
