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De los diez leprosos que fueron sanados por Jesús, solo uno volvió para dar gracias. Este acto sencillo, pero profundamente significativo, revela algo esencial sobre la oración: no solo se trata de pedir… también de volver con gratitud.
Este episodio destaca el valor de una respuesta agradecida, espontánea y consciente. La oración madura reconoce no solo lo que Dios hace, sino quién es Él. Jesús no solo sanó físicamente, también salvó espiritualmente al hombre que volvió.
“El hombre que volvió” nos inspira a vivir una espiritualidad que no olvida, que no da por hecho la gracia, y que siempre regresa a los pies del Salvador.
Preguntas para reflexión:
- ¿Qué bendiciones has recibido por las que aún no has vuelto a agradecer?
- ¿Cómo cultivas una vida de oración agradecida?
- ¿Tu relación con Dios se sostiene solo en las peticiones o también en la gratitud?
