
Tito 1:4 nos muestra la ternura y profundidad de una relación espiritual genuina: “a Tito, verdadero hijo en la fe común.” En este episodio, exploramos la dimensión relacional del discipulado cristiano, donde la fe no solo se enseña, sino que también se transmite con afecto, fidelidad y propósito generacional.
Pablo no ve a Tito como un simple colaborador, sino como un hijo espiritual, fruto de una fe compartida que ha sido formada en medio del ministerio, la corrección y el amor. Reflexionamos sobre la importancia de tener mentores y también de ser mentores en la vida cristiana, formando vínculos que trascienden lo institucional.
Este episodio es una invitación a revalorizar las relaciones discipulares en la iglesia: vínculos auténticos que modelan la verdad del evangelio con cercanía. Porque en una cultura que valora la independencia, el Reino de Dios se edifica a través de padres y madres espirituales que invierten en otros.