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Dios nos llama a ser buenos administradores de lo que nos ha dado, no a acaparar sin consideración por los demás. Este «ay» es una advertencia contra el egoísmo y un recordatorio de que las bendiciones que recibimos están destinadas a ser compartidas. La acumulación egoísta lleva a la desolación, pero la generosidad trae bendición.
Isaías 5:8-10