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En «Alabo, engrandezco y glorifico,» nos adentramos en Daniel 4:37, donde el rey Nabucodonosor reconoce la grandeza de Dios tras su transformación espiritual. Exploramos cómo este pasaje nos enseña la importancia de humillarnos y exaltar a Dios, reconociendo Su poder y justicia en nuestras vidas, y cómo la verdadera alabanza surge de un corazón que ha sido transformado por Su gracia.